17 de noviembre de 2009

Ficha 16: Fe inicial y Fe adulta

"Señor, aumenta nuestra fe"

1. Vendría bien, según vamos terminando este ciclo, mirar retrospectivamente el proceso vivido y distinguir las fases más significativas:

a) El paso de una fe "sociológica" a una fe personalizada, pero inicial.

Algunas pistas de discernimiento:
-La fe sociológica consiste en una mera asimilación pasiva de creencias aceptadas en el contexto social en que uno vive. La fe personalizada implica un cuestionamiento personal y el intento de comprometerse vitalmente en un proceso.
-Aquélla se almienta de esquemas preestablecidos. Ésta exige una síntesis propia, que pasa por el espíritu crítico.
-Aquélla se da de una vez por todas, no desencadena cambios. Ésta es dinámica y produce cambios de la persona a todos los niveles, interiores y de conducta.

b)El paso de una fe inicial a una fe fundamentada.
En aquélla la persona se alimenta de su búsqueda. En ésta siente que ha sido encontrada.
-Aquélla depende de sistemas de seguridad (autojustificación, control de la vida espiritual, eficacia en el compromiso por los demás...). Ésta ha descubierto la gratuidad del amor de Dios y se ha liberado de la ansiedad de poseer obras, méritos, metas...
-Aquélla se debate entre extremos: por un lado, crecer en autonomía humana; por otro, abandonarse en las manos de Dios. Ésta ha hecho la síntesis de contrarios: mi libertad consiste en hacer la voluntad de Dios.

c) El paso de una fe fundamentada a una fe adulta.
-Aquélla todavía proyecta desde el deseo de autoplenitud, de perfección espiritual, de experiencia sentida , de transformación comprobada del mundo. Ésta se encuentra pacificada desde la desapropiación. La esperanza se nutre del cada-día, en humilde abandono.
-Aquélla ama generosa, pero interesadamente. Ésta nace en el corazón de Dios, más allá de la gratificación o de la eficacia. Aquélla tiene miedo al sufrimiento. Ésta ha encontrado su tesoro oculto.

2. Leer y orar con Jn 13, 36-38; 16,16-24; 21, 15-19

La figura de Pedro nos retrata a todos. El evangelista Juan insiste en la necesidad que tiene el discípulo de pasar de una inteligencia demasiado "humana" (aunque tenga el brillo de la generosidad engañosa de Pedro de morir or el Maestro) a la verdadera inteligencia de la fe en Jesús, que exige pasar por la muerte y resurrección de Jesús.
Dicho claramente: Nadie puede seguir a Jesús. Éste ha de quedarse solo, asumiendo el pecado del mundo, la traición y abandono de sus discípulos. Él mismo, Jesús, ha de crear la respuesta del discípulo a partir de su muerte y resurrección. La fe pascual, por ello, está representada por Pedro: nace de la nada, de su pecado, como don del Resucitado.
Ése es el contraste entre la arrogancia de Pedro la víspera de la Pasión ye l diálogo que sigue a la pesca milagrosa, tan humilde. Sin duda, es uno de los signos más claros de la fe adulta: la que no se apoya en sí, sino en el amor fiel del Señor.

De ahí la paradoja característica de la antropología cristiana: que el máximo de adultez se da en el máximo de infancia.
-Pero no se trata de la infancia primaria, de quien no quiere ser responsable de sus actos, sino de la infancia reconquistada, que supone descubrir como fuente de la propia responsabilidad la soberanía de la Gracia.
-Ni de la infancia que busca protegerse en Dios, porque no acepta los conflictos de la realidad, sino de la simplicidad del corazón, que ha aprendido a asumir la vida desde la confianza incondicional en Dios.
-Ni de la infancia que sueña fantasías, sino de la lucidez de la esperanza cristiana, que da sentido a todo, a la finitud, al fracaso y al pecado mismo, porque somos hijos de Dios y estamos en buenas manos, nuestro Padre omnipotente y salvador.
3. Terminar orando:

-A la luz del Salmo 131 (130) o de Mt 6, 25-34.
-Expresar el deseo más íntimo que tiene cada uno de esta vida de fe adulta. Dar gracias, desde la conciencia agradecida de que el don de Dios es siempre más grande de lo que nosotros experimentamos.

4. Iluminá tu reflexión con las siguientes lecturas:

* Christifideles laici Nº57 Madurar continuamente. Nº58 Descubrir y vivir la propia vocación y misión
CON OJOS JANERIANOS:
Los laicos, viviendo en las condiciones ordinarias de la vida familiar y social, a modo de fermento, dan testimonio de que la transformación del mundo es posible. De aquí surge la necesidad de integrar a los laicos en nuestra acción pastoral. Las hermanas, para quienes la Sagrada Familia es modelo de vida y fuente de espiritualidad, trabajan para que también los laicos encuentren en la Sagrada Familia la inspiración y estímulo a fin de hacer presente y operante el Evangelio en las circunstancias en que, sólo a través de ellos, puede llegar. (Líneas generales de nuestra acción apostólica, documento congregacional).