16 de diciembre de 2008

Ficha 6: ¿Por qué los milagros?

En otra época, la figura de Jesús haciendo milagros entusiasmaba.
Hoy resulta problemática, ya que la ciencia nos ha acostumbrado a conocer las causas naturales de todos los fenómenos, aunque a veces parezcan extraños.
Por eso, nuestra reflexión sobre los milagros de Jesús no va a partir del problema racional de si lo que hacía quebrantaba o no las leyes naturales, sino de la experiencia creyente del milagro.

1. Recuerda algún acontecimiento en tu vida en que has experimentado la salvación de Dios.
* Vivías una "situación sin salida", en que experimentabas tu finitud e
impotencia.
* Pediste ayuda a Dios.
* Y de manera imprevista, incontrolable, encontraste salida a la situación. Tenías la sensación de haber sido salvado.
* Diste gracias a Dios por ello, y reforzó tu fe en Dios.

Tú sabes bien que lo importante no es probar que fue un milagro. Aceptas que la causa (por ejemplo, curación de una enfermedad ante la que lo médicos se sentían inseguros) fue natural. Pero tu experiencia trascendió la explicación causal, pues aquella situación te hizo encontrarte con el Dios que salva.

La fe no anula la explicación natural de los fenómenos, sino que le da un sentido trascendente, la pone en relación con Dios y nos hace vivir la situación concreta con una densidad existencial nueva. La curación es cuestión bioquímica, sin duda; pero es, sobre todo, cuestión existencial, pues en la enfermedad experimenta el hombre que es criatura y que está esencialmente amenazado por la muerte.

2. Lee ahora Lc 7, en que el evangelista describe diversas situaciones de personas humanas que experimentan la salvación que llega con Jesús. Unas son de tipo físico (curación, resurrección) y otras, de tipo espiritual (la pecadora).
En medio de esta descripción, se introducen las palabras en que Jesús da razón de sus actuaciones.

No está probando su poder divino, sino que es el enviado de Dios que cumple lo anunciado por los profetas: la era de una humanidad liberada de todas las formas de opresión, física, social y espiritual. Aquí está la respuesta al por qué de los milagros de Jesús: son signos del Reino que está actuando, signos de la salvación anunciada en favor de todos los que sufren.
Pero el mismo Jesús advierte que estos signos escandalizan. ¿Por qué, si el milagro parece la prueba evidente, científica, diríamos hoy, de su misión? Porque el milagro no es una prueba, sino un signo que puede ser interpretado de diversos modos. Para el que cree en Jesús Mesías es la señal del Reino. Para el que no cree en la misión de Jesús puede estar hecho con el poder de Beelzebú, es decir, significar lo contrario, el anti-Reino.

En este contexto se entienden las palabras en que Jesús aparece a los ojos de la gente sin el brillo de la figura ascética del Bautista, como una persona normal, a quien se le tacha incluso de "comilón y borracho". Y es que lo milagros expresan la llegada del Reino como cercanía misericordiosa de Dios que asume la condición humana (cf. Mt 8, 16-17). Curar, comer con los publicanos, aceptar las caricias de agradecimiento de una prostituta, significan lo mismo: que ha llegado el Reino de la misericordia. Pero sólo el que tiene espíritu de misericordia es capaz de ver el signo en lo que realmente significa. El fariseo malinterpreta y se escandaliza.

3. Para la oración personal

* ¿Te sientes entre los que necesitan el milagro de la salvación, o no ¿En qué lo experimentas?
* Busca en los evangelios alguna figura con la que te sientas especialmente identificado, y ora con sus palabras o con sus gestos: la hemorroísa que se acerca en silencio a tocarle el vestido; el ciego que pide "Señor, que vea", etc.
* Haz el acto de fe en la misión de Jesús al estilo del centurión: fe sencilla, humilde, entregada.
Agradece al Señor saber que puedes contar con Él siempre, en cualquier situación; que ocurra lo que ocurra, Él es tu salvador.

4. Ilumina tu oración con las siguientes lecturas:

* Novo Millennio Ineunte (de Juan Pablo II) Nº 21-23 http://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/apost_letters/documents/hf_jp-ii_apl_20010106_novo-millennio-ineunte_sp.html

Con Ojos JANERIANOS!!!


Una peculiaridad de nuestra misión es la manera como ejerció la caridad Ana María Janer. Transido de la "discreta caridad", de la prudencia juiciosa de¡ amor, nuestro modo de proceder pretende reflejar las entrañas de misericordia de Dios encarnado en este mundo. Este es el humanismo del amor que a todo trance trata de rescatar a cualquier ser humano de las situaciones de infortunio y desvalimiento en que pueda hallarse, respetando su dignidad. Por medio de este humanismo, que el Espíritu infundió en Ana María de modo significativo, ella se dedicó de manera incansable a rehacer la persona humana por el amor, partiendo de su situación más elemental.

CEM 4.3

7 de diciembre de 2008

Ficha 5: Sentir la utopía evangélica

Esta ficha quiere ser una reflexión global sobre las fichas anteriores y, particularmente, sobre la cuestión central del proceso de personalización centrado en el Evangelio: sentir la utopía evangélica.

1. El verbo sentir no se refiere a la emoción primaria, sino al "corazón" en sentido bíblico, al centro vital de la persona. "Sentir" la utopía evangélica significa:

- Notar cómo la lectura del Evangelio nos afecta, nos sentimos implicados.
- Notar cómo se despierta lo mejor de nosotros mismos en forma de deseo de algo grande, de cambio personal, de compromiso por un mundo más justo y fraterno...
- Notar cómo la persona de Jesús nos atrae, de modo que adquiere un rostro concreto; nos interpela, suscita nuestra adhesión, comenzamos a quererle más, estamos dispuestos a seguirle...
- Notar "sentimientos contrarios": a veces de gozo al descubrir las maravillas del Evangelio, otras de rebeldía; unas veces de entrega generosa, otras, de miedo; unas veces vemos claro que es el único camino, otras veces sospechamos que es irreal, impracticable.

2. A través de este camino, quizá vamos comprendiendo que personalizar la utopía evangélica, sentirla como algo mío, presupone algunas condiciones:

- Que me exige entrega, pero que lo decisivo es creer en la persona de Jesús.
- Que el secreto está en centrar mi experiencia del Evangelio en la persona misma de Jesús. Que es cuestión de amor, de percibir que yo significo para Él, que me llama, y desde aquí me fío de Él y le amo sin calcular.
- Esto supone que soy capaz de vivir "experiencias de incondicionalidad". Sin éstas, nunca podrá ser personalizado el Evangelio.

3. Experiencia incondicional es aquella que me hace salir de mí mismo
y me hace vivir para algo que merece mi entrega. Puede ser:

- El amor, cuando éste no es un contrato calculado o está dominado por la satisfacción de necesidades, sino me hace percibir al otro como sentido de mi vida y me lleva a olvidarme de mí.
- Una causa noble, por ejemplo, la justicia o la opción por los necesitados, si no se queda a nivel de discurso o de un simple impulso momentáneo, sino que dinamiza mis mejores energías en un compromiso.
- La experiencia de Dios, si no se queda en el sentimiento, sino que supone el encuentro con el Absoluto, y en consecuencia, que la vida consiste en vivir para Él, en hacer su voluntad por encima de todo.
- La adhesión al mensaje de Jesús, a su proyecto de transformación del mundo, de modo que me hace vivir en tensión hacia la realización de ese ideal, atrayendo mis energías personales.
- La experiencia única, intransferible, del significado determinante que tiene la persona de Jesús, si no se queda en una actitud difusa y, por el contrario, noto por dentro que no me pertenezco, que Él es mi Señor.

4. Si vas sintiendo algo de todo esto conviene discernir lo siguiente: Hay utopías que son sueños para evadirnos de la realidad. Hay utopías realizables, que exigen sabiduría:

- La sabiduría de la esperanza, la que se apoya en la promesa de Dios y en la fuerza de su Espíritu Santo, dado a nuestra debilidad.
- La sabiduría de quien aprende a vivir respetando el ritmo de Dios y su estilo, y que, por lo mismo, no se impacienta si a veces le parece que nada cambia, y sigue luchando y cambiando. Tanto en lo personal como en lo social.

5. Ilumina todo esto con las siguientes lecturas:

* Novo Millennio Ineunte (de Juan Pablo II) Nº 30-31 http://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/apost_letters/documents/hf_jp-ii_apl_20010106_novo-millennio-ineunte_sp.html
* Christifideles laici (de Juan Pablo II) Nº 16 http://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/apost_exhortations/documents/hf_jp-ii_exh_30121988_christifideles-laici_sp.html

Con Ojos JANERIANOS!!!

"Siguiendo las huellas de Ana María, nuestra respuesta ha de ser siempre una respuesta de amor. Este es el modo de nuestra inserción en la misión de Cristo y de responder a la revelación trinitaria, nuestro modo de hacer presente aquí y ahora el reino de Dios. En esta respuesta convergen la necesidad más urgente y el desvalimiento del ser humano que se ve expuesto, tanto en el bienestar como en la pobreza, a la presencia del mal y a la autodestrucción de su condición de hijo de Dios. Lo específico de nuestra misión consiste en rehacer la comunión humana por el humanismo del amor, revelado en Jesucristo. Buscamos la transformación del hombre y del mundo desde la caridad hecha servicio. El carisma de Ana María Janer nos compromete a encarnarnos en la realidad donde vivimos, a trabajar en ella por la justicia y la promoción de los más necesitados y a estar atentos a los signos de los tiempos y disponibles a las necesidades de la Iglesia. Asimismo, nos abrimos a la acción misionera para dar a conocer la Buena Nueva a quienes no la conocen y permanecemos abiertos a cuantas obras, inspiradas en el evangelio, sean compatibles con nuestro carisma".

Cf. CEM 4.4