7 de diciembre de 2008

Ficha 5: Sentir la utopía evangélica

Esta ficha quiere ser una reflexión global sobre las fichas anteriores y, particularmente, sobre la cuestión central del proceso de personalización centrado en el Evangelio: sentir la utopía evangélica.

1. El verbo sentir no se refiere a la emoción primaria, sino al "corazón" en sentido bíblico, al centro vital de la persona. "Sentir" la utopía evangélica significa:

- Notar cómo la lectura del Evangelio nos afecta, nos sentimos implicados.
- Notar cómo se despierta lo mejor de nosotros mismos en forma de deseo de algo grande, de cambio personal, de compromiso por un mundo más justo y fraterno...
- Notar cómo la persona de Jesús nos atrae, de modo que adquiere un rostro concreto; nos interpela, suscita nuestra adhesión, comenzamos a quererle más, estamos dispuestos a seguirle...
- Notar "sentimientos contrarios": a veces de gozo al descubrir las maravillas del Evangelio, otras de rebeldía; unas veces de entrega generosa, otras, de miedo; unas veces vemos claro que es el único camino, otras veces sospechamos que es irreal, impracticable.

2. A través de este camino, quizá vamos comprendiendo que personalizar la utopía evangélica, sentirla como algo mío, presupone algunas condiciones:

- Que me exige entrega, pero que lo decisivo es creer en la persona de Jesús.
- Que el secreto está en centrar mi experiencia del Evangelio en la persona misma de Jesús. Que es cuestión de amor, de percibir que yo significo para Él, que me llama, y desde aquí me fío de Él y le amo sin calcular.
- Esto supone que soy capaz de vivir "experiencias de incondicionalidad". Sin éstas, nunca podrá ser personalizado el Evangelio.

3. Experiencia incondicional es aquella que me hace salir de mí mismo
y me hace vivir para algo que merece mi entrega. Puede ser:

- El amor, cuando éste no es un contrato calculado o está dominado por la satisfacción de necesidades, sino me hace percibir al otro como sentido de mi vida y me lleva a olvidarme de mí.
- Una causa noble, por ejemplo, la justicia o la opción por los necesitados, si no se queda a nivel de discurso o de un simple impulso momentáneo, sino que dinamiza mis mejores energías en un compromiso.
- La experiencia de Dios, si no se queda en el sentimiento, sino que supone el encuentro con el Absoluto, y en consecuencia, que la vida consiste en vivir para Él, en hacer su voluntad por encima de todo.
- La adhesión al mensaje de Jesús, a su proyecto de transformación del mundo, de modo que me hace vivir en tensión hacia la realización de ese ideal, atrayendo mis energías personales.
- La experiencia única, intransferible, del significado determinante que tiene la persona de Jesús, si no se queda en una actitud difusa y, por el contrario, noto por dentro que no me pertenezco, que Él es mi Señor.

4. Si vas sintiendo algo de todo esto conviene discernir lo siguiente: Hay utopías que son sueños para evadirnos de la realidad. Hay utopías realizables, que exigen sabiduría:

- La sabiduría de la esperanza, la que se apoya en la promesa de Dios y en la fuerza de su Espíritu Santo, dado a nuestra debilidad.
- La sabiduría de quien aprende a vivir respetando el ritmo de Dios y su estilo, y que, por lo mismo, no se impacienta si a veces le parece que nada cambia, y sigue luchando y cambiando. Tanto en lo personal como en lo social.

5. Ilumina todo esto con las siguientes lecturas:

* Novo Millennio Ineunte (de Juan Pablo II) Nº 30-31 http://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/apost_letters/documents/hf_jp-ii_apl_20010106_novo-millennio-ineunte_sp.html
* Christifideles laici (de Juan Pablo II) Nº 16 http://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/apost_exhortations/documents/hf_jp-ii_exh_30121988_christifideles-laici_sp.html

Con Ojos JANERIANOS!!!

"Siguiendo las huellas de Ana María, nuestra respuesta ha de ser siempre una respuesta de amor. Este es el modo de nuestra inserción en la misión de Cristo y de responder a la revelación trinitaria, nuestro modo de hacer presente aquí y ahora el reino de Dios. En esta respuesta convergen la necesidad más urgente y el desvalimiento del ser humano que se ve expuesto, tanto en el bienestar como en la pobreza, a la presencia del mal y a la autodestrucción de su condición de hijo de Dios. Lo específico de nuestra misión consiste en rehacer la comunión humana por el humanismo del amor, revelado en Jesucristo. Buscamos la transformación del hombre y del mundo desde la caridad hecha servicio. El carisma de Ana María Janer nos compromete a encarnarnos en la realidad donde vivimos, a trabajar en ella por la justicia y la promoción de los más necesitados y a estar atentos a los signos de los tiempos y disponibles a las necesidades de la Iglesia. Asimismo, nos abrimos a la acción misionera para dar a conocer la Buena Nueva a quienes no la conocen y permanecemos abiertos a cuantas obras, inspiradas en el evangelio, sean compatibles con nuestro carisma".

Cf. CEM 4.4

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