23 de noviembre de 2008

Ficha 4: La novedad del Reino

1. Cuando se lee el evangelio, fácilmente se deja uno llevar por cierto idealismo, por la belleza de un mensaje que despierta nuestros sueños y anhelos. El camino más certero, sin embargo, ha de ser inverso.
Primero, conviene ver y analizar la realidad del mundo con sus contradicciones. Mirar con crudeza:

- El contraste entre los que no tienen lo elemental y los que tienen de sobra; entre los que parecen condenados a la desgracia y los felices satisfechos.
- Gente que lucha por mejorar la condición del hombre, y recoge palos, ingratitud...
- ¿Merece la pena tomar en serio el mensaje del amor incondicional, generoso, que no calcula? ¿Está hecho nuestro corazón para la “sin-medida”? ¿No es precisamente este radicalismo la fuente de tantas angustias y la causa de que tantos se quemen?
- ¿Se puede ser eficaz, se puede cambiar el mundo, optando por la no-violencia, subordinando la eficacia a la verdad?
- ¿No es un sueño iluso y peligroso lanzar a los hombres como corderos indefensos a la voracidad de los listos, a la guerra de intereses?
- Además, Jesús da por supuesto que sus discípulos serán como roca firme, capaces de vencer las circunstancias adversas y sus propios desánimos. ¿Dónde está ese hombre?

2. Ahora, lee y ora con Lc 6, 12-49

Jesús se dirige a ti, personalmente. Cada una de sus palabras te atañe. Cuenta contigo para hacer la revolución del Reino.
Cuando Dios mira nuestro mundo, está claro que no responde a su proyecto: injusticia, opresión, violencia, división... Ha enviado a Jesús para cambiarlo. Y ahí comienza el cambio: dando la Buena Noticia a los pobres y humillados de que Dios está con ellos, a su favor.
La tentación permanente es querer hacer la revolución con las mismas armas con que se construyó el mundo injusto: violencia, odio, enfrentamiento; pagando con la misma moneda. Jesús quiere cambiar el mundo desde su raíz, y la única fuerza transformadora es el amor sin violencia, la debilidad que espera contra toda esperanza, la verdad que libera y no se impone, la lucha que se solidariza y no divide...
¿No crees que no hay otra alternativa? Jesús parece un idealista ingenuo con su programa. ¿No ves que tiene la clarividencia de quien acierta con las verdaderas causas que desencadenan los poderes que esclavizan al hombre? ¿Hay otro modo de arreglar este mundo que el camino señalado por Jesús?

3. Algunas pistas...

- ¿Te sientes implicado, o este mensaje te sigue resultando extraño, lejano, bonito pero irreal? ¿Dónde crees que está la dificultad para que tu corazón vibre con estas palabras?
- Quizá te resuena tanto que sientes vértigo y miedo, y no sabes cómo aplicarlo. Quisieras una receta para ponerlo en práctica. ¿Por dónde se puede comenzar? Si miras tu familia, el ámbito profesional, trabajo, estudio, la maraña política...
- Jesús no suele acostumbrar a dar normas, sino a crear una sensibilidad, un modo diferente de situarse en la realidad. Sin embargo, no es ningún teórico, sino todo lo contrario, un profeta que despierta las conciencias y las empuja a la acción.

- Comienza hoy mismo a mirar a tu alrededor: ¿ Quiénes son tus preferidos, tus actitudes ante la injusticia o la mentira, o al constatar el deterioro de las relaciones humanas? Intenta asimilar las actitudes, el espíritu del Reino.
- Y proponte algo sencillo, muy realista, para cambiar esa situación según los valores del Evangelio.
- ¿ Estás dispuesto a fracasar, a que no se te haga caso ? ¿Cómo reaccionarás ? ¿Le darás sentido a la frustración y seguirás pensando que merece la pena?

4. Ilumina tu oración y reflexión con las siguientes lecturas:


Con Ojos JANERIANOS!!!

Desde su experiencia del misterio de Dios, Ana María alcanza una comprensión acerca del futuro de la humanidad y de la historia, que se convierte para ella en fundamento de las relaciones entre los hombres y sentido último de su existencia.
Ana Maria experimenta que Dios, en Cristo, es cercanía y salvación para todo aquél que pone su esperanza sólo en Él. Su vida se convierte en reflejo y transparencia de la misma caridad divina a favor de los hombres .

Es en los gestos cotidianos, donde Ana María muestra ese amor a Dios y a los hermanos", cuidando y compartiendo los sufrimientos de los enfermos y ancianos, acogiendo y educando a los niños o asistiendo a los heridos en una guerra fratricida sin hacer distinción de bandos.
Cf. CEM 1.2, 1.3

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